La galería Fernández-Braso inaugura la exposición de Eduardo Sanz Mar a la vista: 1943-2012, dedicada a repasar su visión y relación con el mar desde una óptica vanguardista y experimental.
Eduardo Sanz (Santander, 1928 – Madrid, 2013) estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid entre 1953 y 1958. Hijo de una madre que fue soldadora en una fábrica y de un padre que se dedicó a la pintura industrial, él siguió los pasos del padre hasta bien entrada la veintena. Esta labor práctica le proporcionará en el futuro una técnica depurada y un gran oficio a la hora de realizar y acabar las obras, hasta el punto de que son muy pocos los artistas que hoy en día han podido llegar a ese nivel de calidad, precisión y pulcritud.
Eduardo Sanz tuvo claro desde el principio que quería ser un artista de vanguardia, por eso en su primera etapa pictórica, de 1960 a 1963, estuvo adscrito al movimiento informalista, tan en boga durante aquellos años. Ese deseo de situarse en primera línea de vanguardia le acompañará toda la vida, aunque pronto renunciará al informalismo porque ese estilo no le permitía acercarse y conectar con su entorno más inmediato. Fue entonces cuando empezó a experimentar con diversos materiales y en concreto con espejos, la materia prima de su segunda etapa, que abarcaría hasta 1974. En esa etapa el nuevo material le permitió interactuar y dialogar de forma íntima con el espectador, comenzando a utilizar trozos rotos y partidos de espejo en una evolución que partía de obras marcadamente informales y expresionistas hasta acabar en otras estrictamente formalistas y regulares.
Una de las razones que explican esta evolución fue la participación, en 1969, en uno de los cursos del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, dedicado a la Generación Automática de Formas Plásticas. A partir de ahí, y en adelante, Eduardo Sanz hace del orden y de la claridad formal una de sus señas de identidad, rasgos que se repetirán en la siguiente de sus etapas, la conocida como Cartas de Mar / Cartas de Amar, quizá su obra más importante desde el punto de vista histórico y ya plenamente madura y personal, utilizando las banderas del código marítimo como lenguaje para la elaboración de poemas de amor, en obras de apariencia racional y geométrica, de superficie pulcra y exquisitamente acabada, con un colorido cercano a las propuestas pop y plenamente conceptuales, además de misteriosamente simbólicas.
Eduardo Sanz vino a vivir a Madrid desde Santander muy joven pero no pudo traerse el mar, razón por la que se ha dedicado a interpretar sus misterios y a sumergirse en sus profundidades desde sus primeras etapas. En un texto sobre Eduardo Sanz, Francisco Calvo Serraller hablaba de la metáfora baudeleriana del mar como el espejo del alma del artista, así como registraba los diferentes usos formales y conceptuales que el autor ha hecho del mar, «tratándolo como objeto –cristal, espejo, caja–; como juego –barco y aparejo–; como símbolo –faros–; como metáforas –banderas–; como concepto –códigos–, etc».
En esta exposición retrospectiva en la galería Fernández-Braso sobre los mares de Eduardo Sanz, también se expondrán barcos de madera que realizó a mediados de los años 70 y que están tratados y elaborados como si fueran esculturas, y así serán expuestos.
Después de las Cartas de Mar y de los barcos, Eduardo Sanz ha seguido pintando cuadros de temática relacionada con el entorno del mar, como las series que dedicó a los retratos de marinos y a los faros, obras que a modo de registro pictórico han catalogado la mayoría de esas construcciones civiles en España y que forman -junto a obras de otros artistas- el actual Centro de Arte Faro Cabo Mayor, en Santander.
Por último, la exposición de Eduardo Sanz también se ocupará, y de forma mayoritaria, de la serie que más popularidad ha dado al artista, las propias obras en las que el mar es el único protagonista. En estas obras ya no predomina el sentido objetual y conceptual de sus periodos históricos, sino que confluyen distintas corrientes –hiperrealismo, pop, abstracción- que dotan a la obra de una marcada personalidad y de una gran originalidad. Como apunta el propio E. Sanz, opta «por el formato vertical para romper el manoseado formato de las marinas. El soporte está dividido en dos o tres campos horizontales, cielo-mar-tierra. Este reparto de espacios ha sido una constante. El horizonte es alto, con poco cielo, tinta plana, pintado sin ningún énfasis para condensar más interés en la parte central y baja del mar. Esta necesidad de cielo es para que respire y no te ahogue, pero a partir de ahora esta necesidad de desahogo no me es imprescindible, eliminaré cielo y el cuadro será descaradamente mar-mar».
Eduardo Sanz participó en la Bienal de Sao Paolo en 1963. Años más tarde, en 1968, presentó en la XXXIV edición de Venecia ‘Capilla para un hombre importante’, pieza que forma parte del Museo Reina Sofía. Sobre E. Sanz han escrito, entre otros muchos, Vicente Aguilera Cerni, Juan-Eduardo Cirlot, Manuel Conde, Julio Caro Baroja, Miguel Logroño, Josep Meliá, Bernardo Atxaga, Francisco Calvo Serraller, Marcos Ricardo Barnatán, Guillermo Pérez Villalta…